La obra de Chillida 'De música callada' muestra la etapa de madurez del artista

El diálogo que estableció la obra de Eduardo Chillida con el pensamiento de los poetas místicos San Juan de la Cruz, San Agustín y José Ángel Valente, que en sus versos hablaban de la música como camino de perfección espiritual, es lo que propone Chillida.''De música callada', la nueva exposición temporal que se inauguró ayer en la ganbara del museo Chillida Leku y que está compuesta de 32 obras realizadas por el artista donostiarra en su etapa de madurez.

Entre estas creaciones, que se mantendrán al público hasta el día 5 de octubre, se encuentran dibujos, grabados, gravitaciones, esculturas y joyas. 'De música callada', que hace referencia a un verso de San Juan de la Cruz de su Cántico espiritual, «está dividida en tres espacios dedicados a cada uno a los místicos mencionados», comentaba ayer Estela Solana, responsable del departamento de exposiciones del museo. El título conjuga «dos conceptos aparentemente contrarios que sirven para sintetizar las características sonoras del trabajo del artista».

Chillida y una música 'muda'

Eduardo Chillida materializa en su obra «una música 'muda' no compuesta para ser escuchada sino para ser sentida». la muestra se abre con el espacio dedicado a San Juan de la Cruz (1542-1591). La ferviente admiración que el donostiarra sentía por el místico castellano se reflejó en diferentes etapas. Eduardo Chillida creó en 1955 y 1983 dos grandes esculturas, una en hierro y otra en acero, a las que tituló 'De música callada'.

Posteriormente, en 1991, con ocasión del 400 aniversario de la muerte del poeta santo, y como homenaje, Chillida realizó una pequela colección en la que se acercó a través de la escultura y el dibujo a su pensamiento. Los escritos de San Agustín (354-430) en torno a la posibilidad que ofrecía la música como camino para llegar al conocimiento, a la perfección y por lo tanto a Dios, siempre despertaron en Eduardo Chillida un interés especial.

Tanto el poeta como el escultor tenían en común que percibían en el número tres un elemento para alcanzar la espiritualidad ya que en él «se da un todo, con un principio, un medio y un final». Chillida homenajeó a San Agustín con una serie de esculturas basadas en el tratado agustiniano De música, que culminó con una obra de carácter monumental colocada en Dallas (EE UU) frente al Morton Symphony Center.